1.
Hay una voz ronca, rajá, aguardentosa propia del cante flamenco. Una voz con un característico quejío; esa interjección aflictiva, seña de la identificación en la opresión, que parece hablarnos de un sentir profundo. Capas de memoria se insertan en el lenguaje.
Farfulleos, una especie de tartamudeos rápidos:
Aaa, eeeee e, e!! , aa aaa!
Silencios.
Aiaaaaaaaaaaaaaaaaiii.. – El lenguaje del propio tono.
Algo o alguien que quiere comunicarnos desde otro lugar:
“trajilitrajili…… trajilitrajiliii”; “lerelerele” ; “nainainanaina…”; “Elee….. eleeeeeeai”
No solo la voz, el cuerpo también habla, articula su lenguaje, espasmos que narran.
Tacatacatacatacatacatacatacatatatatatatatata tá ta taca tá ta ta taca taca tá tá
La escritura, sistema de modelado, depende siempre de un lenguaje anterior oral. Pese a su halo de legitimidad, la lengua escrita, no es capaz de vehicular de manera fidedigna lo que en él lenguaje oral expresa y modula, cargado de complejidad.
2.
El flamenco posee un cariz de crisol, de estómago que digiere. El momento de su generación es un momento de confluencia. Si algo se va a reivindicar en este proyecto no es la pertenencia o signo identitario alguno, sino precisamente lo contrario, la permeabilidad, porosidad y el carácter rizomático del lenguaje oral y corporal. Su persistencia y su capacidad para afectar y ser afectado.
El baile de la zarabanda, uno de los bailes que se considera influyente en el nacimiento del baile flamenco, es un ejemplo paradójico, cuyo discutido origen alude a su llegada a la península desde el sur africano, con influencias orientales. Sus movimientos, con cierto erotismo, hicieron que fuera prohibida en España en el siglo XVI cuestión que hizo que fuese utilizada en las américas, como signo de resistencia contra los colonos, donde aún pervive en la actualidad en algunos países de América central.
Parecería ineludiblemente obvio que el lenguaje es ante todo un fenómeno oral o incluso corporal, no deja de ser paradójico que ambos carezcan de estatus de rigor, a diferencia de la inherente verdad y legitimación que parece conllevar la palabra escrita.
Que La Historia, en este proyecto, se escriba con gritos, con susurros, con los tobillos, el estómago y el pulmón.