1.
Un caso curioso es la figura del conocido escultor monumentalista español, Enrique Pérez Comendador. Con una extensa producción, Comendador, no suele salirse de la temática nacional, el retrato y homenaje de personajes de rancio abolengo. Llama poderosamente la atención encontrar entre su producción, una obra muy desconocida de sus inicios como escultor. Se trata de un boceto a gran escala, que Comendador realizó en 1932 para participar en el concurso público que se celebró para otorgar un proyecto de ejecución de un monumento público homenaje a Pablo Iglesias. Destaca aún más la imagen, al situarla junto a otro boceto del escultor, realizado en 1953, en la que realiza una estatua ecuestre del Dictador Francisco Franco. La yuxtaposición de ambas imágenes junto a unas esculturas de nudos (blandos ejecutados en resina y duros ejecutados en metal) compone una instalación que habla de la capacidad de adaptación sin importar la ideología. La forma como excusa y finalidad, la ideología como contexto intercambiable.
2,
No hay imagen sin imaginación, ni forma sin formalización. Aquello que llamamos visible adquiere muy diversos modos imaginarios en su presentación ante nosotros, en la medida en que es enviado por alguien y puesto en circulación (siempre) desde la subjetividad. Cada una de estas posibilidades, actos y puestas en escena, conforman una imagen diversa, atada a un cuerpo, vinculada a un medio, a un espacio, una gramaticidad, un conjunto de remisiones y tensiones, a una función social, a un ámbito interpretativo…Lo que percibimos y usamos como imagen es el resultado de la conjunción de todos esos factores, es el anudamiento de sus maneras de presentarse, remitirse y vincularse.