(EN PROCESO)
Pienso que existe algo mágico en el encuentro de un fósil, del mismo modo que nos fascina mirar a las estrellas.
Aquello que vemos ya no está.
Aquello que vemos es el pasado.
Mirar al cielo y observar una estrella es mirar, tal vez, a un momento que ocurrió hace millones de años. Recientemente el telescopio Hubble ha detectado la estrella más lejana hasta el momento, bautizada como Eearendel, la cual esta a una distancia tan remota que la luz captada se emitió cuando el universo tenía menos de mil millones de años, o sea que ha estado viajando por el espacio durante casi 13.000 millones de años hasta dejar su leve rastro en los sensores electroópticos.
En un lugar indeterminado de la Alcarria ( y que no desvelaré en favor de su protección), de vital importancia durante la Guerra Civil, existen numerosos rastros de la contienda. El tiempo se ha detenido y al caminar por este agreste paisaje se van encontrando numerosos rastros: balas, cerámicas rotas, latas de conserva fechadas en los años de la contienda, útiles metálicos, fragmentos de trincheras, nidos para colocar ametralladoras antiaéreas, etc.
De entre todos estos restos hay unos que llamaron mi atención. Aquel paisaje donde parece que jamás ocurrió nada estuvo poblado, durante los tres años que duró el enfrentamiento, por milicianos anarquistas y partisanos de la brigada internacional 50, defendiendo la entrada de los sublevados a la ciudad de Madrid. Un terreno baldío, hoy olvidado y abandonado que suponía un territorio estratégico para el desarrollo de la defensa de Madrid. En el lugar hay grandes rocas de piedra caliza que yacen amontonadas por las laderas y que se agolpan formando túmulos en el paisaje. La mayoría de ellas descansan con su forma natural sobre el terreno, unas pocas por el contrario presentan la intervención de un escultor anónimo que formaba parte de los allí presentes. Existen varios relieves en el lugar: una estrella de cinco puntas con la inscripción 50 (en referencia a la brigada internacional), una hoz y un martillo a gran escala, un busto desnudo femenino, alegoría de la República, una silueta de un avión de las Brigadas Internacionales, etc.

Estos restos, no cabe duda, poseen una relevancia histórica manifiesta, tal vez uno de los pocos restos de escultura en piedra de carácter antifascista elaborados en un frente de guerra. Cuando los descubrí quedé sorprendido, ya que no se trata de unas inscripciones, o unos dibujos elaborados con la premura que el momento demandaba, sino de una talla en piedra, con el tiempo y la elaboración que esta práctica exige. Poseen la factura manual del escultor, que con esmero fue surcando la roca hasta elaborar los diseños que aparecen.
Al verlos trato de imaginar con asombro, como serían las condiciones de ejecución de estos relieves. Todos ellos aparecen fechados, la mayoría en los primeros meses de 1937, fecha señalada en la que tuvo lugar la conocida como Batalla de Guadalajara. En un momento como aquel, ¿Cómo fue posible dedicar el tiempo a esta labor? Tal vez, fue mas poderosa la querencia de penetrar en las generaciones venideras, como la luz de aquella estrella que va recorriendo todo el espacio del universo, que el pragmatismo imperante en el momento. Desde luego más allá de su valor artístico su mera existencia me parece abrumadora.