Hans Arp detestaba las fronteras, los límites.
“Asqueados por las carnicerías de la Guerra mundial de 1914, nos entregamos a las bellas artes en Zurich. Mientras a lo lejos retumbaba el tronar de la artillería, nosotros cantábamos, pintábamos, pegábamos, componíamos versos frenéticamente. Buscábamos un arte elemental, que curara a la gente de la locura de los tiempos y buscábamos un nuevo orden, que restableciera el equilibrio entre el cielo y el infierno.”
Éstas eran las palabras de Hans Arp mucho antes de predecir siquiera el destino de las formas que en el transcurso de esos años estaba produciendo. El aparato bélico mostraría poco después su interés por los elementos que se enmascaraban mediante el cubismo, no tardaría sin embargo en perfeccionar sus finalidades apoyándose en las formas más flexibles y sinuosas planteadas por el mismo Arp. Las composiciones presentadas en la serie “Túmulo”, aluden a las formas óseas representadas por Arp, realizadas en su mayoría tras la gran guerra. La posterior utilización de dichas formas como patrón para camuflajes militares por parte de numerosos ejércitos hacía que la relectura de las mismas, en esa macabra apilación pese a su serena composición, resultase como mínimo turbadora. En «Túmulo» se plantea un viraje, una sosegada y embriagadora imagen que de nuevo parte de la barbarie del campo bélico, para devolver y arrebatar unas formas destinadas que de nuevo evocan alegría y belleza.